Nos golea Suecia, pero pasamos; así lo vivimos en el Luna Parc

¡No hay luz!, alertaron las voces de quienes, como yo, estamos esperando que den las 9 de la mañana para, con el escapulario en la mano, ver el partido México-Suecia, tercero para los nuestros que nos emocionaron con la victoria frente a Alemania, soñamos con la final después de derrotar a los coreanos y, sin más, aterrizar con el 0-3 frente a los suecos.

Vamos a Luna Parc, fue nuestro pensamiento salvador. Y sí, ahí en la zona de comida, nos sumamos a otras 30/35 personas sentadas frente a las dos pantallas existentes.

Primer tiempo. Risas. Bromas. Buen ambiente, a pesar de que nos estaban “apedreando el rancho” -como se dice cuando nuestro portero es requerido una y otra vez.

Los administradores del prestigiado centro comercial de Cuautitlán Izcalli son unos genios. Dos pantallas, democráticamente una en cada televisora.

Del partido entre Alemania y Corea del Sur nos enteramos también por el Perro Bermúdez o Christian Martinoli. Igual, se fueron al descanso con 0-0… al menos. Con que Alemania no gane, todo va bien.

Pero a los cinco minutos de la segunda mitad, el primer lamento: “¡Nooo!”, exclamaron niños, jóvenes y adultos que ocupaban las sillas y mesas en el último piso del Luna Parc, que a esas horas sólo tenía la lujosa “tortería” Subway abierta.

Era el minuto 50 y  Ludwin Augustinsson ponía 1-0 a Suecia y lo calificaba como líder del Grupo F. San Memo Ochoa nada pudo hacer. Aun así, el conjunto que dirige el, hasta antes de esa anotación, héroe  Juan Carlos Osorio estaba adentro, porque alemanes y coreanos permanecían 0-0. Pero el riesgo ahí estaba. Un gol de los teutones y el sueño se habría esfumado.

Llegó la nueva sacudida. El árbitro argentino Néstor Pitana marcó penal en una barrida que parecía limpia de Héctor Moreno. Entonces, resucitó el lamento de Brasil 2014 del “No era penal” cuando el clavado del holandés Robeen (minuto 92, en imprudente entrada de Rafael Márquez)…

Súplicas y protestas fueron inútiles. El silbante sudamericano se negó a revisar en el VAR. Andreas Granqvist fusiló a media altura a la derecha de Memo y… 0-2. Parecía sentenciado al ‘62.

Sin embargo, la lamentable campeona del mundo, Alemania, seguía inoperante. México respiraba.

Al ’74, otra trágica jugada, de esas que nos persiguen. Autogol de Édson Álvarez completó la goliza: 3-0. Y hasta entonces, Osorio echó toda la carne al asador. Metió al “Tecatito” disfrazado de Carta Blanca (“La Rubia que todos quieren”, ¿se acuerdan?) y a Oribe Peralta. Con uno que anotara México, pasara lo que pasara con Corea, Alemania quedaba fuera. Pero nada.

Y antes de que Pitana pitara el final, Corea oradó la meta germana. Era el ‘92. La planta alta del Luna Parc se cimbró. El festejo fue como si hubiera sido gol propio. Y cuando ya enfilábamos, a la salida, otra celebración azteca. Al minuto 96 Corea firmaba el 2-0 que avergüenza a toda Alemania. Nosotros, ¡uff!, estábamos salvados.

Increíble. El infortunio de otras veces se convirtió en buena suerte. No nos salvó Corea, realmente, porque México pasó gracias a las victorias sobre Alemania y Sudcorea.

Fueron las dos horas más angustiantes de los últimos cuatro años. Es una historia recurrente en cada Mundial de futbol.

A ver cómo nos va el lunes contra Brasil.

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